Hacían alpargatas, pero su mérito no estaba en ello. Tenían un sueldo cuando muy pocas lo tenían, pero tampoco en ello estaba su merito. Salían desde el pueblo cada 7 de octubre, lloviese o nevase, andando, cargadas de juventud, con un hatillo en la mano en el que llevaban la supervivencia de un invierno; recorrían el valle, subían el puerto, atravesaban bosques y barrancos repletos de peligros, cruzaban de un lado a otro el Pirineo; y todo para pasar el invierno trabajando en las fábricas de alpargatas de Maule, regresando a casa al llegar la primavera. Algunas murieron de frío en el camino, casi niñas; y a pesar de ello socialmente no estaban bien vistas. Todo este fue su mérito. Silenciosas y silenciadas. Salvaguardamos aquí la memoria de las golondrinas, unas mujeres de lujo, que hoy son identidad y orgullo del Pirineo; las páginas de este libro se convierten en agradecimiento, reconocimiento y homenaje.
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